Jerga popular de los setenta y ochenta

Fotografía de Kike Rosales, en la "Caja Fuerte de la Busología Guatemalteca" (Facebook)

Por Salvador Montúfar

En los años setenta y ochenta había una jerga popular bastante peculiar. Buena parte de la población juvenil hablaba de esa forma. Yo, la verdad, me engasé con ese léxico, porque era bien tuanis, por no decir nais.

Ciertamente había majes que no agarraban barco, pero ni modo. Siempre hay mara turbia y otros bastante bagres.

Era igualmente tuanis en aquellos dorados tiempos ir de compras y regresar con unos caballos o unos rieles nuevos. Cuando había jaira uno pasaba por algo de trama por ahí.

Una frase que me encantaba era “ya vas”.

Se utilizaba para confirmar algo:

—¿Ya hiciste el deber?

—Ya vas.

También para responder que sí, pero en tono irónico:

—¿Te cae bien esa güisa?

—Ya vas.

Otras frases utilizadas para responder afirmativamente eran: “me extraña” o “ah, mex” o, “toda la vida”.

—¿Vas a ir al toque el sábado?

—Ah, mex.

—¿Te llegan las serchas? 

—Toda la vida.

Claro que había palabras para “sí” y para “no”. Estas eran, respectivamente, “simón” o “simonchis”, y “nel” o “Nelson”:

—¿Te llegó la Guerra de las Galaxias?

—Simón. Solo ese Vader, nel.

Una palabra utilizada también para afirmar algo, pero que también podía utilizarse para despedirse era “órale”:

—¿Ya jaleas?

—Órale pues.

—Va pues, adiós.

—Órale.

—Órale.

Para decir que algo era evidente se tenía una expresión bien chilera:

—¿Será que ese maje ya le cayó a aquella güisa?

—Abuelitas (o “abuelitas de Batman y Robin”).

Estas expresiones provenían de un juego de palabras muy interesante, dado que “abuelitas”, era la derivación de “a huevos”. 

Algo similar ocurría con otras expresiones o palabras, como por ejemplo:

—¿Vos y le caés bien al suéter?

—Un cacho. Me mastica, pero no me traga. A veces creo que me tiene algo de tirria.

El verbo “conectar” se utilizaba para que una persona pudiera servir de enlace entre dos más, principalmente para iniciar una relación sentimental. En lugar del sustantivo “conexión”, se utilizaba la palabra “conecte”:

—Mano, haceme el conecte con esa tu amiga.

El verbo “besar” tenía un sinónimo en versión de jerga popular:

—Pues fíjate que me cambió un veintiuno y nos trincamos.

Cuando alguien le  quería tomar el pelo a una persona se usaba el verbo “vacilar”:

—Vos me estás vacilando.

—Vos sí te vacilaste al ruco.

El verbo “vacilar” también se usaba para “divertirse”:

—Por ahí vamos a ir a vacilar a la Sexta, o nos vamos de vacile.

Para decir que se iba a corriendo de algún lugar, se decía:

—Nos fuimos guindeando.

Ahora, si habíamos salido de diversión, se decía:

—Nos fuimos de gran guinda.

Las autoridades policiales eran conocidas como “la tira”, que eran los policías nacionales y “la jura”, que era la policía judicial.

Para referirse a la casa, había opciones como “choza” o “chante”.

—¿Paso por vos a tu chante?

Los medios de transporte más utilizados eran las “burras”, aunque había mara que se iba en su propio charnel.

Las expresiones para despedirse eran: “nos chocamos”, “sobres” y “ahí nos vidrios”.

—Por ahí nos chocamos.

—Sobres.

—Ahí nos vidrios.

Otra forma de despedirse era con la expresión

—“Por ahí nos controlamos”.

Unas despedidas algo más ácidas, por su mensaje simbólico, eran las siguientes:

—Va pues vos; ahí te vas por la sombra.

—Órale pues; ahí te echás cal.

En ese orden de ideas, se tenía un sinónimo bien chilero para igualmente:

—Va pues, ahí te cuidás.

—Iguanas ranas.

Para hacer referencia a alguien sin mencionar su nombre, la expresión apropiada era “maje”.

—Ese maje es bien engasado.

Igualmente “maje” era sinónimo de tonto o ignorante:

—¡Vos qué maje, no entendí nada!

Para responder sin afirmar ni negar del todo, o decir que algo no era grato en un cien por ciento, la frase típica era “dos que tres”.

—¿Te llegó la lica?

—Dos que tres.

Claro que una palabra utilizada a diario era “mano”.

—¿Qué onda, mano?

—Mano, vos si te pelás.

También se utilizaba, con alguna frecuencia, la versión derivada del inglés:

—¿Qué onda, broder?

Una palabra derivada de mano era “mannix”. Este era el nombre de una serie de tevé de por aquellos tiempos.

—Mirá mannix, entonces nos controlamos al cacho.

A propósito de “cacho”, esta palabra tenía dos connotaciones; la primera era sinónimo de “poco”:

—¿Agarraste la onda en mate?

—Un cacho.

La segunda, para expresar que algo sucedería luego, como ya fue mencionado: 

—Nos controlamos al cacho.

Había una frase que contenía la palabra “cacho”, y que se utilizaba para cuando alguien nos había hecho algo que nos no había parecido y le anunciábamos que su actuar se podía revertir:

—Vos mano qué mala onda. Pero ahí te acordás que al cacho es uno.

Una palabra que me encantaba, y que podía sustituir a “mano” era “ese” o “esa”:

—¿Qué onda ese?

Había una palabra derivada de “ese”, y que igualmente me gustaba utilizar, y que de hecho, la sigo utilizando para saludar a los amigos. Utilizo esta palabra para recordarme de esos tiempos tan chileros. La palabra en mención es “maese”.

—¡Qué buena onda, maese!

Algunos pronombres personales también tenían sus expresiones coloquiales:

—¿Quién le habla al ruco?

—Botas (o bolsas).

—¿Quién me explica mate?

—Johnny.

De igual manera había algunos verbos que se decían a la manera de jerga popular:

—¿Quién va por las tortillas?

—Boinas.

Para indicar que alguien era inteligente, o para pedirle a alguien que estuviera listo o alerta, la palabra idónea era: “buzo”.

—Esa chava es bien buza para inglés.

—Ponete buzo pues, mano.

Para hacer referencia a la mara que se le iba el cinco, decíamos:

—Ese maje sí es bien lurias.

Algo similar era esta expresión:

—Vos sí ya pelaste cables.

Para decir que algo no iba a salir, se decía:

—Te vas a ir feo (o te vas a ir horrible).

—En ese examen me fui feo.

Para decirle a alguien que no nos parecía su actitud, e incluso decírselo en un tono amenazador, se utilizaba la expresión:

—Estás pendiente.

Para ir de paseo se decía:

—Nos vamos a echar un rol.

El dinero se contaba en varas:

—¿Cuánto te costó el tacuche?

—Cien varas.

Los nombres de las monedas eran respectivamente: Quinto, Diego y Choca.

—La burra costaba Quinto, luego le subieron a Diego y ya después, Choca.

Si algo era gratis, se decía “grolis”.

—Me fui de grolis en la burra.

Una palabra muy utilizada era “casaca”.

—Vos solo casaca me diste.

Cuando no le creíamos a alguien:

—¡Qué casaca!

Y otra muy famosa:

—Ese maje tiene buena casaca con las chavas.

Un clásico saludo que quedó inmortalizado en el imaginario nacional es este:

—¿Qué onda, cómo te va?

—Pues ahí, bien piscinas, pero con tenis.

Un saludo poco usual, pero que recuerdo muy bien era este:

—¿Dónde estabas, que no te había vigas?

—Yo pesebres que ya te habías muebles, que si estás bien biblias.

La frase “el otro” o la “la otra” también se utilizaba con frecuencia.

Cuando alguien decía algo chistoso o algo difícil de creer se le decía:

—Ya va el otro.

—El otro, va.

Para hablarle a un grupo, además de la ya existente “muchá”, por aquel tiempo se utilizaban sus derivadas: “muchades” y “muchis”.

—Muchades, ¿va a haber repaso el sábado?

—Pues sí muchis, ¿en qué estábamos?

Claro que una palabra central en la jerga setentera y ochentera era la palabra “onda”. Se utilizaba muchísimo.

Como saludo:

—¿Qué onda?

Para referirse a la actitud de una persona:

—Ese profe es buena onda.

—Vos, qué mala onda sos.

Para hacer preguntas generales sobre alguien:

—Vos, y ¿qué onda con esa chava?

Para indicar que alguien no se concentraba en algo:

—A vos como que se te va al onda, ¿va?

Para explicar que alguien no captaba la situación, o no había entendido algo:

—Mano, vos si no agarrás onda.

Así que buena onda, muchades. Nos controlamos al cacho. Ojalá que se hayan engasado con estas letras.

Órale pues.

Comentarios